Comentario
Dentro de la continuidad de los modelos tradicionales de iglesias basilicales, la introducción de un espacio intermedio para el crucero o la aparición de alas laterales, como prolongaciones de una nave transversal, son las novedades que se observan en las iglesias visigodas desde el siglo VI. El ejemplo de Recópolis confirma que la estructura de cruz, en la que la iglesia consigue enriquecer sus posibilidades de circulación con dos ejes perpendiculares, es la preferida por las iniciativas oficiales. Dentro del grupo de las basílicas visigodas de culto público, se puede señalar siempre la adopción de este principio genérico, pero sus modelos son muy variados.
La basílica de Segóbriga fue excavada en el siglo XVIII y vuelta a enterrar, por lo que todo lo que se puede comentar sobre ella se basa en las descripciones hechas por Jácome Capistrano y José Comide, así como en un conocido plano hecho por este último. La posición del edificio es al norte del yacimiento arqueológico visitable de Cabeza de Griego, cerca de Saelices en la provincia de Cuenca, y fuera del área urbana, de la que está separada por una extensa necrópolis cristiana. Segóbriga fue silla episcopal en los siglos VI y VII, y esta basílica fue la empleada como lugar de enterramiento por varios de los titulares de la diócesis.
La construcción de la basílica de Segóbriga era de sillería, representada con excesiva regularidad en los dibujos de Comide; a los pies tenía un gran espacio basilical de 40 por 28 metros, dividido en tres naves por dos series de diez columnas; en la cabecera se le cruza una estructura de muros muy gruesos, de más de cincuenta metros de longitud por ocho de ancho, de la que parte corresponde a estructuras subterráneas de enterramiento; por último, en el eje de la nave principal se encontraba un ábside, de unos seis metros de diámetro, en forma de herradura muy cerrada y sin muros rectos exteriores.
La zona de las naves tendría una cubierta de carpintería, mientras que la nave transversal podría cubrirse con varios tramos de bóveda de cañón. Desde luego, tanto el cerramiento de la herradura en el ábside, como el que se dibuja en el alzado de su puerta de entrada, parecen fruto de una cierta exageración. La presencia en la cámara norte del crucero de la lápida del obispo Sefronio, del año 550, proporciona una fecha de referencia para el momento en el que ya se encontraba en uso el edificio.
Una pequeña iglesia de la Extremadura portuguesa proporciona otro tipo de solución de crucero; se trata de Sáo Giao de Nazaré, de planta de cruz inscrita en un cuadrado del que sólo sobresale la capilla mayor. La nave principal está separada del crucero por un muro elevado en el que se abren tres huecos, una puerta central y dos ventanas laterales a las que se interpreta como comulgatorios. La nave de crucero está dividida en tres ambientes, mediante soportes colocados en la línea de los muros de la nave principal. En los laterales hay salas de menor anchura que se comunican con el exterior y con los brazos del crucero, pero están cerradas a la nave. La técnica de construcción es a base de una mampostería de buen tamaño, aparejada en hiladas horizontales, pero sin llegar a una sillería auténtica; el edificio parece estar realizado con la unidad de medida de ochenta centímetros, ya que la nave tiene cuatro metros de anchura, las salas laterales 2,40 metros y el cuadrado general del edificio, 11,20 metros de lado; la puerta entre la nave y el crucero mide 2,40 metros de altura por 80 centímetros de ancho y las ventanas tienen 1,60 metros de altura. El sistema de cubiertas de Sáo Giao de Nazaré es de techumbres de carpintería, salvo la posible bóveda de la capilla; el cruce de las naves no forma un espacio cuadrado, de modo que los tres espacios principales, nave, coro y capilla son totalmente independientes.
Sáo Pedro de Balsemáo, cerca de Lamego, en la provincia portuguesa del mismo nombre, parece otra iglesia de tamaño y distribución similares. La nave tiene cuatro metros de ancho y el arco de entrada a la capilla es de 1,60 metros de diámetro; los dos muros conservados podrían delimitar un crucero cuadrado en la intersección de las naves principales. Aquí la construcción sí es de sillería de buen tamaño.
El mejor ejemplo de iglesia con nave de crucero independiente es Santa María de Quintanilla de las Viñas en la provincia de Burgos. En cuanto a la estructura y técnica de la iglesia, puede considerarse una de las de mayor empeño monumental dentro de la arquitectura visigoda conocida, aunque lo que se ha mantenido en pie es la capilla mayor y el brazo de crucero, mientras que lo demás debe restituirse por las huellas de cimentaciones.
La iglesia se encuentra en la región de Lara y fue durante la Edad Media dependencia de San Pedro de Arlanza, aunque en el siglo X mantenía cierta autonomía como abadía femenina, cuando recibió una donación de tierras de la condesa Muma Donna y sus hijos; esta referencia documental lleva a clasificarla habitualmente como monasterio femenino visigodo, para lo que no hay argumentos, y complica la extensa polémica sobre si debe datarse en época visigoda o mozárabe; parece que gran parte del edificio se conservó hasta el siglo XIV en el que por haberse destrozado la iglesia, el abad de Arlanza retiró de allí los restos de varios familiares de los Condes de Castilla.
El crucero es una nave de 3,20 metros de ancho y 10,40 de longitud, en cuya parte central se forma un cuadrado algo más amplio por el estrechamiento de los muros; a este cuadrado se abre el arco toral de la capilla y el vano de paso hacia las naves, que tiene una anchura de 3,20 metros. Aunque el espacio es apropiado para la existencia de un abovedamiento, el alzado de los muros no conserva ningún indicio de arranque y serían necesarios dos arcos transversales para formar un cimborrio; la comunicación con la nave principal mantiene en pie casi seis metros de altura con sus mochetas verticales, por lo que debe suponerse que las dos naves estuvieron cubiertas con armaduras de carpintería, que podían formar en la intersección un cuerpo más elevado.
La capilla es cuadrada y conserva en las esquinas los arranques de una bóveda vaída que pudiera ser la original; la separación entre la capilla y el crucero está formada por un arco de herradura, con una traza y decoración de excelente calidad. Las jambas del arco están retranqueadas para dejar espacio a dos fustes de columna que descansan en bloques prismáticos y están rematados por otras dos piezas, a modo de impostas, que penetran en el muro; estas impostas son las que muestran la conocida representación del sol y la luna. Sobre las impostas hay otros sillares largos, tallados con las caras inclinadas hacia el interior, como si se complementasen con una estructura de vigas de madera que descansaría sobre el vuelo de las impostas. Finalmente, el arco toral está formado por un dovelaje muy cuidado, algo más grueso que el muro y decorado con tallos ondulados que rodean a distintas aves y temas vegetales; el trazado del arco es de herradura al interior y de medio punto peraltado al exterior, como es acostumbrado en la arquitectura visigoda, para aprovechar sus ventajas constructivas. Algo más arriba de la clave del arco hay un bloque de piedra saliente en el que se representa un busto de Cristo bendiciendo, y quizás, en esta misma zona, estarían situados, también, dos sillares semejantes con representaciones de personajes con libros, que pueden ser dos evangelistas.
En el estudio del relieve y la iconografía en la escultura visigoda se analizarán estas piezas con mayor detalle, pero conviene destacar aquí que sobre el arco toral parece concentrarse una buena parte del programa decorativo del edificio, precisamente, el de mayor contenido simbólico, y esto supone una organización más compleja de los ambientes internos del crucero.
Las excavaciones efectuadas en los alrededores de la parte conservada de la iglesia de Santa María de Quintanilla de las Viñas han hecho posible completar la planta de la edificación, así como corroborar la fecha visigoda por el hallazgo de parte de un jarro ritual de bronce, del tipo de los fabricados en España a imitación de otros egipcios, que también se exportaban, y que es una pieza especialmente significativa en la liturgia visigoda.
Gracias a las excavaciones, sabemos que existieron dos salas cuadradas en los extremos de los brazos de la nave de crucero; las puertas de comunicación son estrechas y altas, cubiertas por un gran dintel, y se sitúan en el borde occidental de los muros laterales del crucero, de forma que una de las jambas queda a ras del muro oeste; las dos puertas están cerradas de antiguo con grandes sillares como los del resto de la construcción, que deben proceder de la ruina de las dos salas laterales. En el brazo sur del crucero hay otra puerta adintelada, que se abre hacia el este, de manera que no parece necesario pensar que las salas de los extremos hicieran la función de pórticos.
El cuerpo basilical de la iglesia, en la parte occidental, es un cuadrado de 12,80 metros de lado; la parte central la constituye una sala de ocho metros de largo por 4,80 de ancho, que hace las funciones de nave principal; a los lados, hay dos filas de cámaras mucho más estrechas y separadas por muros muy gruesos, que estarían cubiertas con bóvedas vaídas y comunicadas con la nave por arcos elevados, según los vestigios de sus arranques que se observan en el ángulo suroeste de la parte conservada. Las dos series de cámaras laterales se unen a los pies de la nave en una sala más ancha, que podría haber servido de pórtico, pero la conservación de toda esta parte del edificio a nivel de cimientos impide establecer la posición de las puertas.
El aspecto externo de esta zona de la iglesia sería el mismo que el de una basílica, con una nave más ancha al interior, cubierta con armadura de madera a dos vertientes, y dos naves laterales paralelas más estrechas con cubierta a un agua sobre bóvedas. En el interior del edificio, la serie de cámaras laterales está separada por muros muy gruesos, cuyo destino ha de ser soportar las bóvedas, y en los que no cabe imaginar espacio para puertas intermedias; de otra parte, la aparición de tumbas de época visigoda en estas salas laterales y en la situada a los pies de la nave principal, indica que posiblemente todo este espacio funcionaba como una gran sala para la congregación de los fieles, rodeada de pequeñas cámaras o capillas independientes, de las que alguna del lado sur podría servir de pórtico, mejor que la occidental, en la que la posición de los enterramientos indica un cierto tratamiento de tumbas preferentes, como el que se daba en las basílicas de ábsides enfrentados.
La estructura completa de la iglesia de Santa María de Quintanilla de las Viñas sería aparentemente similar a la de una basílica, aunque en su ordenación interior la importancia del brazo de crucero da lugar a la creación de una iglesia de cruz latina, muy semejante a la de Recópolis, en la que los espacios de la capilla, el brazo de crucero y la nave principal forman un mismo ambiente ritual, sin cerramientos mayores que el del arco toral. El resto de las dependencias, separadas por puertas estrechas y desplazadas hacia las esquinas, formaría espacios secundarios, con funcionamiento ocasional ajeno a la liturgia fundamental.
Al noroeste de Quintanilla, en la depresión riojana del Ebro, se encuentran las ruinas de otra iglesia visigoda, con sistemas parecidos en su organización, aunque a escala mucho más reducida. Se trata de la ermita de Santa María, próxima a la localidad de Ventas Blancas, que ofrece en pie el arco toral y buena parte de los muros de la capilla, junto con restos de muros suficientes para reconstruir la planta. El conjunto de la estructura es una sala de 4,80 metros de ancho por 8,80 de largo, casi un espacio idéntico a la nave principal de Quintanilla de las Viñas; sin embargo, falta aquí la nave transversal, que parece contar solamente con unos canceles para delimitar el coro; a los lados de la parte oriental se encuentran dos salas de 3,20 metros de ancho por cuatro de profundidad, cuyas puertas se disponen a ras del muro oriental, de forma igual a las de Quintanilla.
La capilla tiene cuatro metros de lado y su cubierta era mediante una bóveda como la de Quintanilla de las Viñas; también el arco toral es muy semejante, con fustes lisos de tambores superpuestos, sin basas ni capiteles para las columnas, en las que descansan dos grandes cimacios prismáticos sobre los que arranca el arco. Tanto la capilla como las salas laterales dejan libres las esquinas de la nave principal, de forma que en el alzado del edificio destacaría el cuerpo rectangular con techumbre a dos aguas y aristas limpias en los ángulos, al que se agregarían las cámaras abovedadas antes indicadas. Parece que en los pies de la nave hay otra sala semejante, pero no puede atribuírsele el papel de pórtico, puesto que se comunica con la nave por una puerta estrecha arrimada a un lado y no tiene huecos al exterior. En el lado sur hay una habitación estrecha, paralela a la nave, de función desconocida. La única puerta exterior de la iglesia es la del lado norte de la nave, colocada a ras con el muro exterior de la sala lateral.
Con una disposición similar y dimensiones sensiblemente iguales, se trazó la pequeña iglesia de Guarrazar en la que se encontró el famoso tesoro con las coronas votivas de los reyes visigodos. Según los planos obtenidos en el siglo XIX, la sala sur tenía cuatro metros de ancho en la cabecera y también cuatro metros de profundidad interior; su puerta hacia la nave quedaba a ras con el muro occidental. La nave principal parece tener una longitud de 8,80 metros y la capilla, de cuatro metros de ancho, quedaba abierta totalmente al interior de la nave. La capilla y la sala lateral quedan separadas de la esquina de la nave, de forma que se destacaría también el cuerpo rectangular más elevado de las cámaras circundantes a menor altura.
Estas pequeñas iglesias, que parecen corresponder a ambientes rurales marginales y cuyas dimensiones no pueden atribuirse al servicio de una comunidad muy extensa de creyentes, muestran, sin embargo, algunas coincidencias técnicas o de diseño, que no deben ser casuales. La superficie de la nave principal viene a ser de unos cincuenta metros cuadrados, lo que serviría para alojar a una población de menos de cien almas, para las que resultaría un considerable esfuerzo económico el de estas construcciones de buena sillería. Es probable que haya de verse aquí una promoción de órdenes monásticas, o un verdadero esfuerzo evangelizador de la Iglesia sobre poblaciones dispersas.
Podrían añadirse a este grupo de iglesias otras dos modestas edificaciones: la ermita de la Virgen del Val en Pedro (Soria) y la de San Juan Bautista en Barbadillo del Mercado (Burgos). La ermita de Pedro se compone de una sala rematada por la capilla, más estrecha, de cuatro metros de lado en su interior; tiene algunas impostas con decoración visigoda, que dan fecha al trazado de su estructura, muy modificada con añadidos de distintas épocas. La ermita de Barbadillo es una gran nave con entrada lateral por arco de herradura de tipo visigodo y está realizada en sillería colocado en seco y con los retalles y engatillados que se observan en las iglesias visigodas.
Desde luego, la aplicación de los mismos módulos y sistemas constructivos en regiones distantes, se debe producir por una difusión intencionada en la que los clérigos visigodos debían actuar como transmisores de estos modelos arquitectónicos, cuyos principios procederían de un aprendizaje común.